Bolivia vive un vuelco político sin precedentes. Tras más de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), los resultados de las elecciones del 17 de agosto arrojaron un escenario impensado: el senador y exalcalde tarijeño Rodrigo Paz Pereira obtuvo el primer lugar con cerca del 32 % de los votos, seguido por el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, que alcanzó alrededor del 27 %. Ambos se enfrentarán en una segunda vuelta programada para el 19 de octubre.
La gran derrota fue para el MAS, cuya candidatura apenas rozó el 3 % de los sufragios, el peor resultado en su historia. La crisis interna entre Evo Morales y el presidente saliente Luis Arce, sumada a la inflación desbordada, el desabastecimiento de combustibles y la fragmentación de su base indígena, terminaron por desfondar al proyecto político que gobernó Bolivia desde 2006.
De hegemonía a irrelevancia
La caída del MAS simboliza más que un cambio electoral: representa el fin de un ciclo político. Durante 20 años, el partido había construido una narrativa de inclusión indígena y soberanía económica que ahora se ve erosionada por divisiones internas y la fatiga ciudadana. El voto nulo y blanco —alentado por Morales como señal de protesta— alcanzó niveles inusitados y evidenció el desencanto de las bases históricas.
Dos derechas frente a frente
El balotaje será protagonizado por dos figuras que, aunque coinciden en el giro hacia la derecha, representan sensibilidades diferentes:
- Rodrigo Paz Pereira, de corte centroderechista moderado, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora. Su campaña giró en torno a la descentralización, lucha contra la corrupción y un modelo de “capitalismo popular”, evitando propuestas privatizadoras drásticas. Su compañero de fórmula, el excapitán de policía Edman Lara, ha sido clave: con un fuerte discurso anticorrupción y alta presencia en redes sociales, captó un electorado joven y desencantado con la política tradicional.
- Jorge Quiroga, en cambio, representa a la derecha clásica boliviana. Con su coalición Alianza Libre, propone reformas de corte liberal, privatización parcial de sectores estratégicos y una apertura hacia Estados Unidos. Su experiencia como expresidente le da credibilidad entre los empresarios y sectores conservadores, aunque también despierta recelo en quienes temen un regreso a los ajustes neoliberales de los años noventa.
Apoyos y realineamientos
El tercer lugar en la contienda, Samuel Doria Medina, ya anunció su apoyo a Paz, fortaleciendo la candidatura del tarijeño. En contraste, Quiroga busca articular alianzas con sectores empresariales y con agrupaciones regionales de Santa Cruz y Beni, donde su discurso liberal tiene mayor recepción.
En este escenario, la izquierda quedó en los márgenes, sin capacidad de influencia real y con la incertidumbre de si se reorganizará en torno al MAS o buscará nuevos liderazgos.
Desafíos de gobernabilidad
El futuro presidente enfrentará un país fragmentado y en crisis económica, con inflación superior al 23 %, caída de reservas internacionales y un déficit fiscal persistente. Ninguno de los dos candidatos tendrá mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, lo que obligará a tejidos de alianzas frágiles para garantizar gobernabilidad.
Más allá de la ideología, el desafío será ofrecer respuestas inmediatas a una ciudadanía golpeada por la carestía y el desempleo. La contienda, por tanto, no se define solo en términos de izquierda y derecha, sino entre un cambio moderado y regenerador (Paz) frente a una apuesta liberal ortodoxa (Quiroga).
Un octubre decisivo
La segunda vuelta del 19 de octubre marcará un antes y un después en la historia reciente de Bolivia. El país que durante años fue símbolo del giro progresista en América Latina ahora se enfrenta a la elección de qué tipo de derecha gobernará su futuro inmediato.
La incógnita no es si Bolivia girará a la derecha —eso ya está decidido en las urnas—, sino qué derecha será la que tome las riendas de un país que, tras el derrumbe del MAS, busca estabilidad en medio de la incertidumbre.











